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jueves, junio 15, 2006

Guía práctica de
Cómo renunciar a un trabajo
y que no lo califiquen a uno como vago


Hola engendros de Lucifer. Supongo que se preguntarán "¿una vez que este vago está trabajando ya quiere renunciar?". Para tranquilizar sus mentes, les digo que, aunque adhiero a uno de los principales lemas de los montenegrinos ("¡No queremos trabajar!"), no está en mis cálculos hacerlo. Esto es simplemente una guía práctica de cómo reconocer cuando uno está listo para dar ese gran paso hacia la tranquilidad y rascabolismo absoluto.



Primero y principal, deberíamos reconocer las situaciones o síntomas que lo llevan a uno a pensar esa posibilidad, los cuales son:


Pesadez: No culpemos a la diaria ingesta de ravioles con tuco, al clima o al sedentarismo absoluto en el que muchas personas están envueltas, es simplemente el trabajo el que, gracias a su incansable rutina, nos quita las fuerzas necesarias para disfrutar de la vida.

Alucinaciones: No señor, no es el ácido lisérgico, el peyote, la salvia divinorum u otras sustancias, la causa son las monumentales dosis de café y cocaína a las que uno tiene que recurrir para sobrellevar la cara de hipopótamo mal atendido de la jefa, todas las mañanas de lunes a viernes.

Ira descontrolada: Negativo, no es la culpa del técnico de nuestro cuadro de fútbol, tampoco es que nunca peguemos un número en la ruleta y hayamos perdido hasta los calzones pero no a la suegra, es la cara de la jefa cuando uno lleva un informe por el cual hemos derramado lágrimas de sangre, y lo único que dice ella es "bien Trolombatti, ahora haga un informe de gastos de mis próximas vacaciones en Tamponia".


Atención, si sufrimos de dos o más de estos síntomas, debemos renunciar, estamos obligados a ello, ya que atentaría contra nuestra salud proseguir con nuestras tareas laborales.



Ahora veremos un par de puntos sobre cómo preparar el terreno, recordando que la idea general es la de despistar a nuestros compañeros, haciendo así más sorpresiva nuestra inminente renuncia:


Ánimo: Antes de dar a conocer la buena nueva, debemos concurrir a nuestro lugar de trabajo con el mejor humor posible, si es posible gastando bromas a nuestros compañeros, ya sea rayándoles el auto o violándose violentamente a la de contabilidad que está fuerte como aliento de perro comiendo ajo.

Apariencia: Es recomendable no innovar en este aspecto, aunque algún que otro prendedor con la inscripción "I Love my boss" o "Tendría sexo con ella solamente por el placer que me produce su belleza y por su temperamento admirable" pueden llegar a ser de utilidad.

Productividad: Esto es fácil, trabajar como un japonés en huelga, o en su defecto tratar de no trabajar tan poco como un montenegrino.



Después de varios días llevando a la práctica los puntos anteriores, ya estamos listos para dar el gran salto: la declaración. Describiré a continuación un par de situaciones hipotéticas y unas frases que pueden venir a bien tenerse aprendidas, ya que nunca se sabe como puede resultar el asunto.



Situación Nº1: Llegamos a nuestro trabajo puntualmente, saludamos al personal de seguridad amablemente, luego al entrar a la oficina sacamos la pistola que tenemos en nuestro portafolio, y procedemos a descargar tres o cuatro cargadores (más no, consume mucho tiempo) sobre la humanidad de nuestra jefa. Luego con su propia sangre escribimos en la pared "Disculpeme, pero he tomado la decisión de renunciar; eso sí, le voy a pedir que escriba una carta de recomendación". Luego de eso, nos violamos violentamente a la de contabilidad que está fuerte como aliento de perro comiendo ajo y huímos por los techos.

Situación Nº2: Llegamos a nuestro trabajo puntualmente, saludamos al personal de seguridad amablemente, luego al entrar a la oficina nos dirigimos rápidamente al baño, dentro del cual nos ponemos nuestro disfraz de terrorista (bombas incluídas) y amenazamos al personal entero. Una vez fallecidas dos personas por un ataque cardíaco, golpeamos a puñetazos en la cara a nuestra jefa formando en código morse la frase "Disculpeme, pero he tomado la decisión de renunciar; eso sí, le voy a pedir que escriba una carta de recomendación". Luego de eso, nos violamos violentamente a la de contabilidad que está fuerte como aliento de perro comiendo ajo y huímos por los techos.

Situación Nº3: Llegamos a nuestro trabajo puntualmente, saludamos al personal de seguridad amablemente, luego al entrar a la oficina desempeñamos la tarea diaria sin ningún cambio. Al salir, incendiamos todos los autos del estacionamiento y nos valemos de una manta para formar, en señales de humo, la frase "Disculpeme, pero he tomado la decisión de renunciar; eso sí, le voy a pedir que escriba una carta de recomendación". Por supuesto, luego de esto nos dirigimos a la casa de la de contabilidad que está fuerte como aliento de perro comiendo ajo y la violamos violentamente, para después disfrazarnos de barrabrava y huir a nuestro hogar cantando cosas como "el que no salta es imperialista" y frases de ese tinte.



Bueno, espero que esta guía les sirva a todos ustedes, futuros renunciantes, a engrosar su libro de tácticas para llegar a lo que uno como ser humano siempre busca: rascarse las partes más oscuras de nuestro cuerpo sin ningún tipo de remordimientos.

Hasta la próxima, lacayos de Beelzebub.

1 Insultos:

At miércoles, junio 25, 2008 2:12:00 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Pasa la foto de la contadora que ya me despertaste curiosidad.

 

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